Mi historia patria con Álvaro Mejía Flórez


Fotografía de autor desconocido de Álvaro Mejía Flórez detrás de Gammoudi, nótese que Mejía no lleva zapatos Adidas, fue la última vez que no los usó, de tercero va el soviético Zurin que si lleva Adidas.  


Columna de opinión de Orlando Rojas PérezPor Orlando Rojas Pérez – Esta nota la escribo motivado por amigos y lectores que me recomiendan durante la pandemia contar historias personales. Evaluamos es un sitio Web de noticias TIC, que en pocas oportunidades nos salimos de este tema, como en esta nota en honor de Álvaro Enrique Mejía Flórez el gran atleta fondista colombiano que falleció hoy, no voy a hablar de sus triunfos muchos lo harán, yo contaré hechos inéditos que nunca he narrado a nadie.

Como estudiante del Liceo Francés, yo había participado en los juegos Intercolegiados y en las competencias de la Liga del Norte, con tremendos fracasos  en los 1.500 metros. En una mañana del mes de noviembre de 1967, recuerdo muy bien porque llevaba un mes esperando poder ir entre semana a entrenar con quien ya era famoso: Álvaro Mejía Flórez y hasta que no saliera a vacaciones del colegio, no podía cumplir mi gran cita con el atletismo. El lugar del encuentro fue su casa, a media cuadra de la capilla  de la Universidad Nacional, la misma que alguna vez estuvo a cargo del cura Camilo Torres. Lo esperábamos con Dagoberto Mateus, mi gran competidor en las carreras de patines y con quién ya habíamos competido por primera vez para Colombia en un Campeonato Mundial de carreras de patines, con excelentes resultados Daqo fue cuarto en el mundo, entre los dos fuimos quintos en relevos y yo fondista por naturaleza logré un puesto 11 en velocidad, saliendo en cada serie a reventar a mis contrincantes velocistas puros. Era un honor salir a entrenar atletismo con Álvaro Mejía y era la mejor manera de comenzar nuestra preparación física para asistir al Mundial del año 1968 en Italia, para el mes de septiembre. En esa época Italia era la gran dominadora en el mundo de este deporte tal y como lo es Colombia ahora. Álvaro llegó muy puntual en su motoneta, de trabajar en una fábrica familiar de ollas de aluminio, a la que la fábrica Imusa quebró bajando los precios hasta que no pudieron sostenerla más. Entramos a la casa, él subió a cambiarse y al bajar con un buzo gris de algodón, su mamá le dijo le voy a botar esos pantalones rotos, Mejía tenía unas pantorrillas tan desarrolladas que los pantalones se rozaban en cada paso y terminaban rompiéndose por la fricción. Esas grandes pantorrillas eran una explicación de por qué Mejía tenía buena velocidad al final de las carreras y ganaba en los Sprint.

Al salir de la casa nos fuimos caminando por única vez en el entrenamiento, llegamos a los prados de la Ciudad Universitaria al lado de la capilla y nos sentamos en el prado a revisar que los zapatos tenis estuvieran bien amarrados. Álvaro me preguntó ¿usted con 16 años fue el mejor colombiano en velocidad en el mundo en mayores, pero usted no es fondista? Mi respuesta fue sí soy fondista, su reacción fue: súbase la manga del saco de su buzo y muéstreme su brazo. Al verlos delgaditos, me dijo sí usted es un típico fondista y agregó: le recomiendo que si alza pesas en su preparación física no desarrolle músculos en los brazos, ese es un peso muerto que no le sirve en las carreras de fondo. Primera lección recibida.

Al apretarnos los cordones de los tenis, le pregunté si esos eran los zapatos especiales que Adidas la había fabricado personalizados con los moldes de yeso de sus pies, que le tomó en los Preolímpicos de México y tratar de evitar su lesión del talón de Aquiles y las ampollas que le salían. Me contestó, se llevaron los moldes, pero resultó que su número 9 me queda perfecto, en México me dieron inicialmente 10 pares número 9. Si quiere mídaselo su pie es de similar tamaño al mío. Lo hice y me quedaron precisos, esperé hasta ir a Italia y allí compré mis primeros tenis Adidas, desde ese día nunca he dejado de tener tenis de esa marca.

Al quitarse el zapato, le comenté que yo también sufría de ampollas en los pies y que eso era una tortura al final de las carreras, que incluso me habían colocado anestesia de odontología antes de una carrera, pero me habían dicho que podía ser considerado como doping. Me mostró sus pies y tenía ampollas en los mismos sitios que yo, en la parte de abajo del dedo gordo y a continuación en la protuberancia donde nace el metatarso, especialmente. Como no existía mertiolate transparente, nuestros pies parecían pintados de rojo, nos aplicábamos mertiolate rojo para secar las ampollas.  Hablamos de usar una “mecha” en la ampolla que se forma antes del callo, para dejar por la noche uno o dos  hilos atravesando la ampolla de manera que el líquido de la ampolla drenara por el hilo. Álvaro me dijo que le habían enseñado algo nuevo, que exteriormente a la ampolla se forma un callo y qué si se afeitaba ese callo, se reducía la masa que hacía fricción y formaba más ampolla. Esa tarde me afeité los callos aplicándome más mertiolate rojo antes y después de la afeitada y el remedio medio funcionó, no totalmente, pero si disminuyeron un poco las ampollas. Segunda lección.

Yo le comenté la última recomendación que había recibido, usar unas chancletas de caucho tipo “tres puntá” durante por lo menos tres meses todo el tiempo que estuviera en la casa para amoldarlas a mis pies, luego cortarla rebanadas como si fuera jamón o queso y esa plantilla dura no dejaba salir ampollas. Le comenté que no llevaba sino un mes amoldando las chancletas pero que iba a probar dentro de un mes. Al mes siguiente con mi Papá que me acolitaba todo lo de los patines, tomamos la cortadora de jamón de mi Mamá para rebanar las chancletas y fabricamos la solución final para las ampollas, con ellas se acabaron.

De calentamiento le dimos como 20 vueltas al potrero de la iglesia a su ritmo, yo ya estaba cansado, salimos hacía el estadio Alfonso López de la Universitaria y de allí hacía el aeropuerto El Dorado. Con mucho esfuerzo y para no quedar tan mal delante del gran atleta, logré llegar hasta el Ministerio de Defensa en el CAN, cuando le dije que no aguantaba más y que me devolvía, Mejía me dijo: pero devuélvase trotando. Tercera lección así esté agotado, siga. Lo intenté, pero no pude, su paso fue demoledor. Cuando Mejía llegó de ir hasta el aeropuerto, dio otras 20 vueltas alrededor del potrero de la capilla y me comentó en el deporte, como para hacer el amor, hay que tener ritmo y no perderlo. A los seis meses, por lesión no podía correr el fondista del colegio Hispano Americano Conde Anzures CHACA, donde estudiaba y me pidieron que lo reemplazara y representara al colegio, lo hice y gané la maratón, al terminar me acordé de mi fallido entrenamiento con Álvaro Mejía Flórez.

Lo vi correr en el estadio Alfonso López contra Víctor Mora en una impresionante carrera de 5.000 metros, el único día que vi ese estadio lleno, el atletismo tiene mucha afición en Colombia, pero no organizan carreras para el público. Otra vez lo vi ganar una prueba también de 5.000 metros en el estadio el Campin, con competidores extranjeros.

En el año 1971 cuando periodistas lo criticaron por su supuesto “desplante” al alcalde de Boston, por no ir a donde él estaba después de ganar la maratón de Boston y por contestar: “Que venga él acá yo fui quien ganó” lo que pasaba en ese momento es que Mejía no podía caminar del dolor en sus pies.

¡Hasta la vista gran Álvaro!

e

 

Ver nota:

Máxima realidad - Anteojos Lenovo ThinkReality A3

Máxima realidad - Anteojos Lenovo ThinkReality A3

Ideal para crear el ambiente de trabajo y productividad deseado hasta con 5 pantallas virtuales.
http://www.evaluamos.com/?home/detail/17445

 

 

Copyright © 2000 - 2017 Evaluamos. Todos los derechos reservados.